En esta ocasión, el rezo sobre El Racó de Pere i Pepa nos ha llegado de una de las más afamadas
cocinas de la provincia, el Restaurante La Sirena (Petrer), al que prometemos visitar prontamente.
Siguiendo el rezo, hemos llegado
hasta Pinoso para saborear la cocina de Pere y acreditar la cuidadosa atención
de Pepa. Una pareja de profesionales con un gran recorrido en el mundo de la
hostelería en el que, a pesar de haber sufrido algún tropiezo, han demostrado
con esta nueva andadura (desde 2009), que el éxito no consiste en no haber
caído nunca, sino en aprender a levantarse tantas veces como sea necesario.
Hoy en día, su restaurante triunfa
en la tierra del Monastrell, hasta donde se desplazan asiduamente clientes de
toda la comarca, atraídos por las exquisiteces de esta cocina. El restaurante
consta de dos plantas con una pequeña, aunque acogedora, terraza a la entrada.
Todas las zonas, exterior e interiores guardan el mismo tipo de decoración
rústica en piedra natural, maderas oscuras y hierro forjado. Estos materiales
han sido combinados con colores cálidos y tostados, así como una buena
iluminación que invita a sentarte en alguna de sus mesas, hechizado quizás por
la pureza blanca de los manteles y la perfecta disposición de los servicios.
La verdad es que da gusto
sentarte en un ambiente tan acogedor, en el que nos hicieron entrega de dos
cartas: una, con tres menús confeccionados para degustar los platos estrella y
otra, con todos los platos disponibles en el restaurante. En general, ambas
están bien pensadas, ofreciendo diversidad dentro de un margen de precios
competitivos. Como siempre, nos dejamos aconsejar, en este caso por Pepa, que nos propuso la
degustación de un “menú especial” combinado con otro plato del “menú
superespecial”.
¡Empezamos!
La entrada, invitación de la casa,
constaba de una bola de sobrasada, acompañada de unas aceitunas aliñadas.
Una ensaladilla de merluza, que para
nuestro gusto dicha merluza estaba pasada de cocción; ya que aunque el sabor era correcto, su
textura era “achiclada”.
Un plato de jamón de Guijuelo,
Bernardo Hernández. Un plato que, si en principio no arriesgaba nada... Todos sabemos que ¡si un jamón mediocre bien cortado, se crece! Un
buen jamón, por muy bueno que sea, si está mal cortado, te lo cargas. Y este
último fue el caso. Una pena.
Virutas de foie con mermelada de
tomate, brotes de alfalfa y reducción de Pedro Ximénez. Un plato generoso,
bien presentado y correcto; aunque en contrastes, ganaba el dulce por goleada,
requiriendo más presencia del salero inglés. Por otro lado, nos sorprendió gratamente
el leve toque raíz de los brotes de alfalfa, que imprimían potencia al foie.
Alcachofas rellenas de confit de
pato y verduritas de la huerta, presentadas sobre una salsa base de pimientos
del piquillo y gratinadas con bechamel. Un bocado delicado y bien conseguido. La
unificación de texturas de los diferentes ingredientes fue lograda y expresada
en una suavidad sublime. El contraste de sabores en este entrante es muy sutil,
si acaso se revela un fondo amargo y picante heredero de la alcachofa y el
piquillo.
Pulpo braseado con palomitas de
cerdo y ajo negro, sobre una base de compota de manzana. Excelente
presentación y combinación de sabores y texturas. El pulpo estaba en su punto
de cocción perfecto, suave y muy “umami” en su ajuste con el ajo negro. El
crujiente de las palomitas de cerdo es una opción perfecta para luchar en boca
con un pulpo puntero. Totalmente recomendado.
Vieira braseada con puré de
manzana, vermut rojo, acompañada de puerro y un toque de trufa. El vermut mezclado
con la compota de manzana forman una especie de suave caramelo braseado, que yuxtapuesto
con la suavidad del puerro, realzaban el sabor de una vieira correcta y al
punto, haciendo de este entrante un bocado de lo más exquisito y elegante.
Para los platos principales nos ofrecieron unos
maridajes de vinos de la tierra, optando por un Tarima blanco de 2014, vivo y
alegre en boca para acompañar un hojaldre de pescado y verduras, y un tinto
Tarima Monastrell para la carne seleccionada.
Hojaldre de pescado y verduras. El hojaldre
espectacular. No se puede decir lo mismo de la lámina de pescado seco y lo
imperceptible de la verdura en cuanto a sabor y cantidad. Nada recomendable.
Solomillo al foie, servido con una
reducción de Pedro Ximénez y manzana asada. La carne estaba hecha, tal y como
habíamos pedido, con su punto sangriento. Perfecta combinación con el generoso
foie y el toque de la manzana asada. En definitiva, un plato estrella de la
casa.
Para terminar, nos ofrecieron un surtido de
postres, todos exquisitos. Recomendamos dejar hueco para disfrutar de la carta
de postres que ofrece este restaurante, entre los que se destacan: la torrija
caramelizada con helado de vainilla bourbon y la milhoja con crema y chocolate.
El trato por parte del personal fue
excelente y recibieron nuestras críticas de forma abierta y humilde. Pepa es
una excelente jefa de sala, pues a pesar de tener el local completo, el
ambiente era relajado y todas las mesas fueron servidas en su momento. Por otro
lado, es extraño que fallen en cosas tan elementales como un buen corte de
jamón y hasta que los platos principales hayan salido de la misma cocina. No
obstante, el Racó de Pere i Pepa merece nuestra recomendación; más si cabe, una
vez superen estos deslices, tan sencillos como importantes.
Precio medio por persona: 35/40 €
Cierran lunes y todas las noches de martes a jueves.
Baños: 8
Trato: 10
Ambiente: 10
Nosotras nos despedimos hasta el próximo rezo.
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